Mayo se presenta con varias novedades. Y ahí va una de ellas: ¡Cambio de portadas!
La verdad es que hace tiempo que lo tenía en mente... Me he decidido, me he liado la manta a la cabeza, y este es el resultado. ¿Qué os parecen?
Blog de literatura erótica de la escritora Viktoria Belsué Meyer.
La joven Isabel regresa a casa en tren tras disfrutar unas breves vacaciones en la playa. Unas vacaciones intensas en las que ha descubierto facetas de sí misma y de su sexualidad por completo inéditas. Y sin embargo en su viaje de regreso se le presentará la oportunidad de vivir, de la mano de una desconocida veinte años mayor que ella, una nueva experiencia voluptuosa y sensual. ¿Cederá ante sus prejuicios y recelos, ante su pudor adolescente? ¿O se entregará a los brazos ardientes de la sensual mujer que el destino ha sentado en el asiento contiguo al suyo?
Isabel abrió la puerta y entró en el estrecho cubículo. En su reducido espacio se distribuían un retrete, un pequeño lavabo, y un espejo circular de dimensiones acordes al conjunto. No era precisamente un lugar que invitara a dar rienda suelta al erotismo, pero al menos olía a limpio y luz no les iba a faltar, pues entraba a raudales, aunque tamizada, a través de una amplia ventana biselada. Pensó que de haberse enrollado allí con Luis (con cualquiera de ellos, el suyo o el de Claudia) con toda seguridad hubiera acabado follada por detrás contra la puerta. Sin embargo con una mujer no tenía tan claro cómo se las iban a apañar. Todo era una deliciosa y perturbadora incógnita.
Por tres ocasiones dejó la Venus de Willendorf a su amante sólo en la toalla, sentado y aparentemente aburrido. La primera vez Amelia leía una revista, tumbada boca abajo y apoyada en los codos, con los pechos desnudos colgando hasta rozar con los pezones la toalla. Alzó la vista cuando la mujer pasó a su lado camino de la orilla, y al hacerlo descubrió que el hombre velludo le contemplaba las tetas con descaro. No apartó los suyos cuando los ojos de Amelia se cruzaron con su mirada, y la solitaria voyeur se sintió íntimamente desconcertada con su actitud. Por un segundo estuvo tentada de cubrirse, obediente a la voz atávica que en su fuero interno se lo ordenaba. Pero se rebeló ante ella, repentinamente decidida a invertir su papel de mera espectadora y convertirse por un día en objeto de la curiosidad y las fantasías ajenas. Le sostuvo la mirada a aquel hombre dominante e inquisitivo por unos momentos, y después alzó los hombros un tanto, despegó los pezones de la toalla un palmo, y le mostró las tetas en su albo y turgente esplendor. Él no se cohibió, y continuó examinándola con desvergüenza, acariciándole los senos de forma libidinosa con sus ojos varoniles y autoritarios mientras esbozaba una sonrisa apenas perceptible. Extrañamente, Amelia se sintió embargada, casi embriagada, por un aplomo inusual. Levantó el codo derecho, alzó un tanto el torso, y con sus ojos clavados en los del hombre se sacudió reiteradamente los pechos con la mano, como si limpiase arena adherida a sus blancas y oscilantes tetas. Consciente del alcance de su provocación, imaginó cómo se erguiría bajo el bañador la polla de aquel desconocido que había logrado despertar su adormecida voluptuosidad.